Hago lo que quiero? A través de esta pregunta, profundizando en mi interior, debo buscar la respuesta. Me lo pregunto y miro entonces a mi alrededor. Me pregunto qué he conseguido hasta este momento, me pregunto si me satisface, pienso en los amigos que me rodean y cómo es su comportamiento conmigo y sus afectos, y también cómo es mi comportamiento y mi afecto hacia ellos. Hago lo mismo con mi familia.
Después, si no lo he hecho antes, me propongo crear un plan de vida; nada mejor para saber si realmente hago lo que quiero o si por el contrario, estoy muy alejado de ello. Un plan de vida plasmado en un papel es algo esencial para saber qué es lo que me falta, y establecer el propósito de seguirlo hará que nuestra mente se dirija poco a poco y sin esfuerzo a alcanzar esa realidad que pretendemos. A partir de ahí, nuestros días tendrán un nuevo sentido; ya no iremos sin rumbo, sino que iremos en busca de algo casi sin darnos cuenta. La búsqueda debe llevar consigo una implicación de nuestro autoconocimiento y una propuesta de proyectos y metas. Es una buena fórmula para no sentirse perdidos sin saber a dónde vamos ni por qué hacemos o no hacemos determinadas cosas que nos llevan únicamente a tener cambios drásticos en nuestro estado de ánimo.
Por eso es tan importante que cada cosa que hago, lo que hoy hago, tenga alguna relación con aquello que persigo, con mi plan de vida.
En nuestro particular plan de vida, debemos enumerar todos aquellos objetivos que pretendemos alcanzar y una guía para conseguirlo; objetivos en relación a lo personal, a lo profesional, a lo espiritual o con respecto a la economía. Podemos imaginar dónde nos gustaría estar dentro de un año o cinco años, y a partir de esa idea empezar a elaborar el plan. Evidentemente, sin compromiso por nuestra parte, el plan se quedará como una hoja de papel más entre todos nuestros papeles perdidos; lo que pretendemos sin embargo, requiere que cada cierto tiempo lo revisemos y veamos si estamos cumpliendo, si nuestros pensamientos diarios van en esa dirección o si debemos cambiar algo.
A partir de ahí, debemos iniciar la acción.
Es muy importante saber ver la realidad de uno mismo, no debemos ponermos metas imposibles porque eso nos frustaría y no adelantaríamos nada. Pero ojo con ver imposible aquello que sí es posible. No dejarse influir por aquellos que nos quieren frenar y buscar apoyos en aquellas personas que estén en armonía con nuestro proyecto.
Después, si no lo he hecho antes, me propongo crear un plan de vida; nada mejor para saber si realmente hago lo que quiero o si por el contrario, estoy muy alejado de ello. Un plan de vida plasmado en un papel es algo esencial para saber qué es lo que me falta, y establecer el propósito de seguirlo hará que nuestra mente se dirija poco a poco y sin esfuerzo a alcanzar esa realidad que pretendemos. A partir de ahí, nuestros días tendrán un nuevo sentido; ya no iremos sin rumbo, sino que iremos en busca de algo casi sin darnos cuenta. La búsqueda debe llevar consigo una implicación de nuestro autoconocimiento y una propuesta de proyectos y metas. Es una buena fórmula para no sentirse perdidos sin saber a dónde vamos ni por qué hacemos o no hacemos determinadas cosas que nos llevan únicamente a tener cambios drásticos en nuestro estado de ánimo.
Por eso es tan importante que cada cosa que hago, lo que hoy hago, tenga alguna relación con aquello que persigo, con mi plan de vida.
En nuestro particular plan de vida, debemos enumerar todos aquellos objetivos que pretendemos alcanzar y una guía para conseguirlo; objetivos en relación a lo personal, a lo profesional, a lo espiritual o con respecto a la economía. Podemos imaginar dónde nos gustaría estar dentro de un año o cinco años, y a partir de esa idea empezar a elaborar el plan. Evidentemente, sin compromiso por nuestra parte, el plan se quedará como una hoja de papel más entre todos nuestros papeles perdidos; lo que pretendemos sin embargo, requiere que cada cierto tiempo lo revisemos y veamos si estamos cumpliendo, si nuestros pensamientos diarios van en esa dirección o si debemos cambiar algo.
A partir de ahí, debemos iniciar la acción.
Es muy importante saber ver la realidad de uno mismo, no debemos ponermos metas imposibles porque eso nos frustaría y no adelantaríamos nada. Pero ojo con ver imposible aquello que sí es posible. No dejarse influir por aquellos que nos quieren frenar y buscar apoyos en aquellas personas que estén en armonía con nuestro proyecto.
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